domingo, 31 de julio de 2011

Un jardín en Badalpur - Kenizé Mourad · Lo mejor IX

Al igual que tantos huérfanos, ¿no hubiera podido colmar ese vacío en torno a sí fundando simplemente su familia? Marcada por demasiados abandonos sucesivos no conseguía fiarse de nadie. Convencida de que nadie podría amarla de veras, a quienes se arriesgaban a ello les exigía tantas pruebas que acababa por desanimar a los más animosos. Si, a pesar de todo, uno u otra se obstinaban, el terror de verse pillada en la trampa, de depender de alguien de nuevo -y quizá ser de nuevo abandonada- le hacía perder la cabeza y, con una perfecta mala fe, aplastaba al impudente con un desprecio y consecuencia que dejaba pasmados a sus allegados, se quejaba de que nadie la quería lo bastante para permanecer a su lado. Salvo justamente los desheredados, los que no tenían nada y a quienes estaba dispuesta a dárselo todo a cambio de un amor que no amenazara su libertad.

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