viernes, 24 de noviembre de 2017

No busques amor. No te abandones a ti mismo por amor, y por la búsqueda de amor en otro. El amor no es un objeto, no puede ser dado o quitado. No puede ser encontrado o perdido. El amor no es un sentimiento, un estado o una experiencia pico, sino lo que eres, la presencia en sí misma.

No confundas amor con atracción. La atracción viene y va, puede desvanecerse en el tiempo. No confundas amor con anhelo. El anhelo es impermanente, transitorio. No confundas el amor con sentimientos de felicidad, placer, un sistema nervioso excitado. Estos estados transitorios no pueden perdurar; no está en su naturaleza. Incluso las promesas, hechas con tanta certeza hoy, con la mejor de las intenciones, pueden desvanecerse mañana, o ser rotas.

El amor, sin embargo, no se desvanece.
El amor no puede disminuir en el tiempo.
El amor no es una mercancía, una forma cambiante.
El amor es un campo, un campo dentro y fuera de nosotros, un campo en el cual los pensamientos, los sentimientos, incluso los planes aparentemente más sólidos para el futuro, pueden aparecer y desaparecer. El amor sostiene tanto la esperanza como la pérdida, la emoción tanto como el aburrimiento, la desilusión aplastante como la felicidad.

El amor es más grande que nosotros. No lo generamos con palabras y actos, o incluso con intenciones, sino que somos abrazados continuamente por él, sostenidos en su vastedad, sin importar lo que hagamos o no hagamos. Estamos casados, nos divorciamos, somos amigos, somos amantes, rompemos, nos rompemos juntos, nacemos, morimos; el campo permanece.

Nadie nos ha dado amor; esa es la mayor ilusión. Simplemente hemos recordado el campo en la presencia del otro, a veces, reconocíamos la eternidad en medio de lo cotidiano, entonces lo acreditábamos al otro. El amor nunca viene desde fuera de nosotros; simplemente tocamos nuestra propia presencia, caemos en el amor que somos.

Jeff Foster