domingo, 29 de mayo de 2011

La taberna fantástica · Alfonso Sastre

(Tambaleándose llega al vertedero. Busca. Encuentra una gran pizarra medio rota que tiene algo escrito con tiza. Vuelve con ella junto al Badila. Se la muestra.)



Badila.- ¿Qué es eso?
Caco.- Una pizarra, que será, seguro, de la basura del colegio. Debe valer un rato, casi nueva que está. En la trapería nos darán para copas. Mañana la vendemos, o pasado, o cualquier otro día, que tú estarás vivito y coleando.
(Pone la pizarra a la luz. Se ven las letras. Con letra inglesa, escolar, dice:
                       MANAÑA SERÁ OTRO DÍA.)
Badila.- ¿Qué dice ahí?
Caco.- (Se encoge de hombros.) Yo no sé leer, majo. Cualquiera sabe lo que dice. Cosas de chavales, seguramente.
Badila.- (Con súbita tristeza, exclama suspirando.) ¡Qué pena! ¡Ay, Dios mío, qué pena!
Caco.- ¿Por qué qué pena?
Badila.- ¡Qué pena, qué pena, madre mía! Se me saltan las lágrimas.
Caco.- No llores, Badila, que me vas a hacer llorar a mí. Pórtate como un hombre.
Badila.- ¡ Es que me da pena, y no me aguanto! 
Caco.- Pero ¿a qué te refieres, coña? 
Badila.- (Enfadado.) ¿A qué va a ser, muchacho?
Caco.- (Fino.) Explícate, carape.
Badila.- A lo que está a la vista: los defectos de uno.
Caco.- Lo cual que no sé a cuáles te refieres.
Badila.- A no saber ni la A ni la O ni nada. 
Caco.- ¡Ahí va qué risa! Tú no sufras por eso.
Badila.- ¿Quién va a sufrir si no? ¿ Mi tía?
Caco.- Mírame a mí, que no las pío ni por eso ni por cualquier otra cosa.
Badila.- Que no sufra, me dices. No me mates.
Caco.- Si se sufre por todo, vaya plan.
Badila.- Estamos ciegos y tú sin enterarte.
Caco.- Eso es faltar y no me gusta. Me cago en algo malo.
Badila.- ¡ No saber descifrar, a ver si no es defecto! ¿Y si es un recado importante que te mandan? Pues te jodes. ¿Y si lo que se lee es diferente de lo que se oye, que todo es una mierda? Pues nosotros, in albis. ¿Qué haces con una carta, si te estorba lo negro? Pincharla en el retrete. Y así todo; que cualquiera te tanga y ni te enteras. No te creas que no es triste la vida (Hipa.), que no es triste aquí solos y con este (Hipa.), frío del carajo, y muriéndole de mala manera, sin pena ni gloria. ¿Y qué es aquello, tú? ¿Son las estrellas o yo veo deficiente?
Caco.- Anda este. ¿No dice las estrellas? Son las ventanitas encendidas del rascacielos. ¡Qué bonito! ¿Verdad? (Soñador, con el puño en la barbilla, los ojos en blanco, la voz golosa.) Seguro que a estas horas, allí dentro, los tíos y tías, el que más y el que menos, vamos, digo yo, están poniéndose las botas...
              (Música. Luz sobre el gato negro de escayola y sobre el letreto de la pizarra, el cual, no se        sabe por qué, ahora está escrito con admiraciones:
¡¡MAÑANA SERÁ OTRO DÍA!!
Va cayendo lentamente el telón y cesando la música.)

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