¿Por qué había esperado veinte años? ¿Creía realmente que el tiempo lo borraría todo, como suele decirse? El tiempo no borra nada por sí solo. Solamente cabe olvidar mirando a los ojos al fantasma que nos obsesiona y nos tritura el corazón; agarrándolo cuerpo a cuerpo, a pesar del miedo, descortezándolo lentamente, sin placer ni furor, hasta que al cabo de meses, o hasta de años, vaciado de su fuerza, privado de su soberbia, se desmorone y, pingajo agonizante, nos entregue su secreto: no existía sino por nuestro deseo. Pero nos ha habitado tanto tiempo, ese fantasma odiado y amado, está tan íntimamente ligado a nosotros que, al arrancarnos a él, corremos el riesgo de arrancarnos a nosotros mismo y disolvernos en una u otra nada. Por eso preferimos contemporizar; nos aturdimos, nos persuadimos de que hemos crecido y de que no vamos a machacar eternamente historias infantiles. Y nos lanzamos a la vida.
Y durante ese tiempo, en la paciente oscuridad, la herida se ahonda hasta que un buen día nos encontramos al borde del abismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tus opiniones cuentan =)